El rio Guadalquivir es como un camaleón que cambia su apariencia continuamente. Se adapta al frio y al calor, a las nubes y a la lluvia, y a pesar de todo nunca pasa desapercibido. En esta ocasión, el sol bajo del invierno le daba este aspecto tan peculiar a los surcos del remero.
Buen trabajo, Antonio. Me gusta la composición cromática y el encuadre aunque a lo mejor si le hubieses dado un poquito más de aire por la parte superior...
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